El tormento del pionero: Las ideas.


Sobre nosotros mismos no hay control, no existen las fraternidades, las monotonías, los convenios; que quede claro, porque para tal fin concebimos a los dioses. Es ingenuo pero formidable el intento del medido, del que tiene método para vivir, del borracho de disciplina que se ignora, que evita la subversión de su cuerpo a su facultad de dominarlo. Lograr, pues, la rutina no es más que creerse la mentira que la mente es homogénea, no es más que ignorar los sueños, que mentirle a la luz que nos obliga vivir en la vigilia. Es dañarse. Es cultivar veneno, es sacrificar la propia carne para evitar los desbalances que nos hacen ser, porque no hay retorno a las ideas. El sólo hecho de ignorarlas me estremece. Es concebir la consecuencia de una vida dentro de la memoria, aprisionarla en el líquido que nos da la esencia, no es sinó, otra manera de perturbarse, de contribuir a la aberración, porque no se pueden ignorar, porque siempre son puras y concretas, lo que nos recuerda que somos animales, lo que desafía a la libertad "humana". Por ello yo rindo mi completa fe, por ello yo tengo identidad y no me sofocan los colores de la vida. Brindo para toda idea futura, para su larga vida, para su completa comprensión, por el deseo mas egoísta que de su auge y que la concrete, porque de no acobijarla, vendería trozos de mi cuerpo a la oscuridad.

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