Me has mirado a los ojos
Ah, cómo me gusta Yanina, la paso tan bien con ella, nos cagamos de risa, nos escabiamos sin salir de su departamento, cojemos a cada rato, donde pinte y las juntadas con amigos salen muy bien; les caen bien mis amigos y a mi los suyos, posta la pegamos mutuamente, ojalá dure un rato.
Ayer no lleve la moto a su departamento, en Ramos, porque era fija que nos íbamos a mamar. Ya un par de veces volví medio jugado a Morón con la moto y no estuvo piola. Fuí en bondi, en el 166. Es un golazo, me deja re cerca de donde vive ella y lo tomo muy cerca donde vivo, además de que pasa por la puerta del laburo.
Esperando el bondi miré el cielo, estaba muy limpio y se podían ver las estrellas. Estaba flama, un vientito fresco, hacía algo de frío pero se sentía bien. Me acordé de mi abuelo, que me decía que las estrellas van del Este al Oeste en el cielo, y hay una muy brillante que ya no me acuerdo el nombre, pero siempre está en el mismo lugar, re loco, en el mismo lugar. Solo caen con la hora. Mi abuelo me decía que en el Oeste llovían estrellas, despacito.
Como dije, llegue a lo de Yanina y nos hicimos pelota, tomamos fernet cada vez mas puro y terminamos un agua ardiente que había traído una amiga de ella que visitó Colombia.
Yo estaba viviendo solo y ella también, pero cuando estábamos juntos sentía la sensación de estar en casa, que hace mucho ya no la siento.
Fue un cago de risa, porque nos acostumbramos a vivir juntos sin vivir juntos en el sentido real, corte dormíamos muchas noches de la semana juntos, pero no siempre, y cada uno con su casa y sus cosas. Entre risas e ironía nos fuimos curtiendo, acomodándonos a la convivencia de ambos, respetándonos.
Esa noche me quedó claro, porque discutimos por una gilada, ella estaba enojada por que yo decía negros o bolivianos o paraguayos, cosas así. Yo no pienso nada malo de todos ellos, pero la movida es así, hablás como te inculcan, no es que realmente lo pienses.
Le terminé dando la razón, pero algo en mí no estaba del todo piola, como que sentí que me dejó pillo por el lado tan tierno y a su vez combativo que tiene, piensa mucho en los demás.
Después de que nos calmamos de la discusión me quedé mirando al espejo de su baño. Ella entró y me miró en el reflejo. Nos clavamos los ojos mutuamente. Me convenció, me acabó en esa mirada, paralela a la mía, en silencio. Mirándonos a los ojos.
Cuando me tomé el bondi para volver, subieron unos pendejos quilomberos por donde termina Gaona. Eran pibes de la calle. Estaban muy mal vestidos y hablaban como el orto. No paraban de tironear un peluche cagado a palos de Silvestre, el gato que se quería morfar a Tweety. Se puteaban como si tuvieran 40 años, pero ninguno pasaba los 15. Unos rompepelotas las verdad. Me enterneció cuando uno dijo que no jodan mas con el peluche, porque era para Juancito. Se rescataron un cacho pero gedieron así hasta el Jumbo de Vergara, donde se bajaron.
Una paja que tenga que laburar devuelta, y hacer cierre. Por lo menos ves algunas minitas y te cagas de risa con los muchachos del turno nocturno, que son todos piolas.
Pasé por casa, rescaté la moto y fui al laburo, a pesar que sean unas cuadras, así después volvía a lo de Yani y dormía allá, corte llegar en un tiro, joder un rato y acostarnos.
Día de mierda, mucha gente, pendejos hinchando las pelotas por todos lados, atrevidos y maleducados. Con Javier siempre decimos que estaría increpar a alguno de sus viejos para que los cuiden mas, secuenciarlo asi se asusta y les ponen los puntos, porque no se bancan mas.
"Son todos cagones, giles que se gastan bocha de plata para que después a la mujer se la enfiesten en un hotel, y les chupa un huevo pensar que malcrían a sus hijos. O las parejitas, que pelotudos, son imbancables, todo el día a los besos"
Siempre me reí de la bronca que tenía Javier, llevaba laburando casi 13 años como seguridad en el Plaza Oeste; no le freno el carro porque sé que está podrido. Por eso no me queda mas que segundearlo y cagarme de risa, capaz en un tiro se siente acompañado.
Pero bueno, yo también puteo y me hago mala sangre, mas con días como hoy, que entran estos negritos a romper las bolas, los mismos del colectivo. Eran 5 y no los junábamos. Nunca habían venido, así que no sabíamos como iban a reaccionar, y plantarse es una paja, porque son criaturas. Cuando los conocés ya sabés si son retobados o son piolas, que si les hablas bien se van, y capaz le dejas un sánguche o algo así. Pero a los atrevidos ni cabida, los rajamos como podemos, pero a veces un familiar viene y nos la pudre porque dicen que los apuramos y entonces es una mierda.
Pero con estos pibes fue medio raro, como que se tomaban a chiste lo que decíamos, pero igual hacían caso, como si nos tomaran el pelo conociendo como es nuestra movida. Entonces los rajábamos intermitentemente, en un tiro venían, tocaban cosas de las vidrieras, se tiraban encima de los tachos o cosas así y después pedían perdón, bien eh, educadamente y mirándote a los ojos y se quedaban en el molde. No tiraba nada echarlos después de que te digan "perdón señor, no queríamos molestar".
Se pudrió cuando uno robó un chocolate del kiosco que está al lado de la escalera mecánica. Salieron corriendo del shopping como si los fuéramos a matar, aunque los queríamos matar, porque así fue como nos sentamos en el pinocho al otro día, una hora escuchando al hijo de mil puta del encargado diciéndonos que no podría ser que estos pendejos estén ahí dentro, haciendo "estragos", "asustando a la gente" o "delinquiendo". Tenía unas ganas de mandarlo a la reconcha de su madre, pero bueno.
Después de que se fueran carpiendo, no rompieron mas las bolas, como si buscaran un chocolate y nada más. Si sabía de entrada se los daba yo, pendejos de mierda.
La gente de noche caminaba mas lento, muchos abrazados, otros casi sin ganas, capaz por el cansancio o porque les rompieron el orto con lo que gastaron.
Es melancólico el cierre, la última hora, bien de noche, están todos con paja, cansados y hartos, entonces no se charla mucho, es esperar en plan de que pase rápido y sin molestias. Así que me corto, me quedo solo un rato, voy cerrando las puertas y las cortinas, tranquilo.
Así es como fuí para una de las puertas principales, la que está mas cerca de colectora, sobre Vergara. Primero cierro las puertas de vidrio y luego las cortinas.
Cuando cerré las puertas, un nene se me acercó, del otro lado del cristal. tenía el peluche de Silvestre entre las manos. El peluche era casi tan grande como él. El pibito capaz no tenía ni 6 años. Morochito, de remera y bermudas, algo desabrigado para lo fresco que estaba la noche. Se me quedó mirando, como si buscara algo de mí. Le dije que se fuera, que estábamos cerrando. Ni se mosqueó, quedo duro, con la cara de sorpresa con la que me miró al principio. Durito. Logré verle en la boca manchas de chocolate. Me hizo pensar que capaz lo comió desesperado.
Mientras nos mirábamos, apagaron las luces principales, y quedamos mas o menos a oscuras. Yo lo miraba de frente, ya agachado. Lo veía a contraluz de las luminarias de Vergara. En ese momento es cuando noto sus ojos. Brillantes por el reflejo de alguna luz perdida en el shopping este de mierda. Dos estrellas que se quedaban quietas, salvo por el movimiento de la respiración lenta y el tambaleo del pibe.
Lo miré a los ojos. Fijo. Hubo un silencio mientras los autos pasaban rápido por la ruta. Cuando me acerco mas al vidrio, el pibito se mete una mano en el bolsillo. Termina pelando un pedazo de fierro muy en punta, como una chapa cortada así nomas. La revolea torpemente contra el vidrio y se va corriendo, con las zancadas típicas de un nene chiquito. Baja las escaleras con cuidado abrazando a su peluche y dobla para la autopista. Lo dejé de ver.
Que sensación tan fuerte.
Ahora, estoy acostado en la cama de Yanina con ella, mientras duerme. Llegué, hablamos un rato y nos fuimos a acostar. Ella, muy piola, entendió que estaba cansado.
Estoy muy incómodo, dando vueltas en la cama. Las sábanas se me enriedan y no consigo descansar.
No puedo dejar de pensar en esos dos ojos, como estrellas. Si, no es que flashe estrellas en un arrebato de locura, son estrellas, por lo lejano. Cuántos años luz de distancia hay entre nosotros, cuanta influencia tuvieron en mi esos ojos y cuanto yo pude haber influido en ellos. Por eso son estrellas, que se pierden en la noche oscura. Y lo mas triste es que no son como Sirio - ahí me acordé el nombre de esa estrella-, porque Sirio siempre aparece en el mismo lugar, los ojos de este chico capaz un día no muy lejano no vuelvan a brillar, y los remplacen otros, cosa de mantener el cielo estrellado, mientras las que no se ven llueven en un horizonte lejano.
Me condenó, me hizo mierda.
Sentí que ignoré su pedido de ayuda, confuso y retobado. Todo por mirarlo a los ojos.
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