"Gambeta" de Guido B. Magallán
Gambeta, pantomima del caretaje. Tan solo con observarse el cuerpo basta para convencerse de lo inevitable.
Descaro de la cabriola: poner la estufa, cargar la sube, retirar un cheque, "vino en copa si es posible".
Esfuerzo: en gran medida.
Las relaciones sexuales y mirarse al espejo llorando son los oximoron predilectos; la muerte no tanto, todos están convencidos de que es intangible.
El suelo, vacío opaco; no da vértigo a pesar de que sea el último vestigio de humanidad hasta el centro. Pura ironía.
La gambeta te salva de la calle, o si la evadís, es con el soborno de la provisoriedad. Dormir sobre el límite de dos mundos. La frontera puede ser un colchón, aire y cimientos de concreto. Pueden ser 5 pisos, que probablemente contengan gente y computadoras con internet, ordenados numéricamente. Muchas veces el final linda con fibra virgen de papel, a motivo de aislante. Estando tan cerca de ese límite, quizás usando este aislante, la cabriola se desvanece, el margen es aplacante en toda su plenitud.
Frío, olor a meo, sarna, emancipación. Los vinos giran si uno gira. El cañaberal emerge de los pasillos sombríos hasta sublimarse en las manos: las piedras giran si uno gira. Lo demás es obligado, el margen tiene sus costos seductores.
El único resabio de la rectitud del amague es el deseo material, el canje justo en el marco de la prostitución moral.
Cerca del límite uno se vuelve adecuadamente atravezable, el olvido y la reconstitución premian con destruir la pantomima. Dasein, dasein: cerca del límite no se pierde el tiempo en trivialidades.
Descaro de la cabriola: poner la estufa, cargar la sube, retirar un cheque, "vino en copa si es posible".
Esfuerzo: en gran medida.
Las relaciones sexuales y mirarse al espejo llorando son los oximoron predilectos; la muerte no tanto, todos están convencidos de que es intangible.
El suelo, vacío opaco; no da vértigo a pesar de que sea el último vestigio de humanidad hasta el centro. Pura ironía.
La gambeta te salva de la calle, o si la evadís, es con el soborno de la provisoriedad. Dormir sobre el límite de dos mundos. La frontera puede ser un colchón, aire y cimientos de concreto. Pueden ser 5 pisos, que probablemente contengan gente y computadoras con internet, ordenados numéricamente. Muchas veces el final linda con fibra virgen de papel, a motivo de aislante. Estando tan cerca de ese límite, quizás usando este aislante, la cabriola se desvanece, el margen es aplacante en toda su plenitud.
Frío, olor a meo, sarna, emancipación. Los vinos giran si uno gira. El cañaberal emerge de los pasillos sombríos hasta sublimarse en las manos: las piedras giran si uno gira. Lo demás es obligado, el margen tiene sus costos seductores.
El único resabio de la rectitud del amague es el deseo material, el canje justo en el marco de la prostitución moral.
Cerca del límite uno se vuelve adecuadamente atravezable, el olvido y la reconstitución premian con destruir la pantomima. Dasein, dasein: cerca del límite no se pierde el tiempo en trivialidades.
"[...]La mar es la inexorable noche social en que la penalidad arroja a sus condenados. La mar es el gran misterio.
El alma, naufragando en este abismo, puede convertirse en un cadáver. ¿Quién le resusitaría?[...]"
Cita de Los Miserables, pequeño fragmento que aparece luego de introducir a Juan Valjean. Víctor Hugo. Traducción de H.G. Simon.
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Foto tomada por mí, subida a la autopista en Liniers a la medianoche. |
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