"Hora pico" de Guido B. Magallán
Qué contemplable es ver cómo nos largan. Hora pico, estridencia del dominio. Techos aplastan masas como tren a las vías, voluntades indúctiles y acaparadas descansan en el algodón del arribo.
Somos basura en la madrugada, presa del viento y del llanto de los arrabales. Caos, belleza cosmopolita y puteadas. Ruidos de pasos suenan sinfónicamente hasta el final, la obertura de la muerte del recambio.
Y nos golpean, nos destruyen subitamente hasta la falta de aliento, hasta ahogar el quebranto en manos volando y pañuelos de colores paganos.
Pero que poesía es fundirse en esta fragua, llama que se alimenta de sudor y desconfianza. Misterio que arropa la calle con fantasmas usando celulares.
Somos basura en la madrugada, presa del viento y del llanto de los arrabales. Caos, belleza cosmopolita y puteadas. Ruidos de pasos suenan sinfónicamente hasta el final, la obertura de la muerte del recambio.
Y nos golpean, nos destruyen subitamente hasta la falta de aliento, hasta ahogar el quebranto en manos volando y pañuelos de colores paganos.
Pero que poesía es fundirse en esta fragua, llama que se alimenta de sudor y desconfianza. Misterio que arropa la calle con fantasmas usando celulares.
Contemplándonos perdí la practicidad. Me comprendí tristemente incorpóreo para el litigio: todo era una farsa, un rompecabezas mal armado y maquillado con plata, la pesadilla de un corderito durmiendo bajo el ruido de cocinas genocidas que abastecen de placebo a todas las ánimas.
Que poético es mirar cómo nos deshacemos; cómo cruzamos el espejo que nos conmuta en simple transcurrir. El devenir que nos desparrama es la caricia del asinamiento, es el mismo tren que nos reparte y nos condena.
De la cumbia emergen por las quimeras las jornadas negreras y la puja jurídica peresoza. La diosa del baile , que no hace mas que prometer y engatusar a todos los perdidos que lloran sus monedas, aguarda agazapada en las noches del encuentro.
Lentamente la tarde cae, en el vaciamiento de los bondis, en las puertas cerrándose, en las televisiones prendiéndose. Los vasallos no hacen mas que haullar en los bancos y convulsionar el silencio conurbano en bocinas y ruidos de motos alejándose, atravezando la penumbra dejando unos gritos consensuados plasmados en el vacío.
Nada cambia en la poesía del arrabal, sincera como la vagancia, que fluye lenta y vertical hasta la cresta, consolidando su inundación en los mismos diarios que pisamos en la vorágine de la hora pico del día siguiente.
Nada cambia en la poesía del arrabal, sincera como la vagancia, que fluye lenta y vertical hasta la cresta, consolidando su inundación en los mismos diarios que pisamos en la vorágine de la hora pico del día siguiente.
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