Primera división
Palermo, once de la noche.
Voy camino a juntarme con unos amigos. Me saco el pucho que colguè en mi oreja en el colectivo para prenderlo. En eso encuentro que no tengo encendedor. Ningún transeúnte a esa hora tenía fuego.
Estoy decidido a fumarme ese pucho antes de llegar, no sé por qué, pero ahora logro el énfasis en el caminar con un cigarrillo.
Antes no me pasaba.
La gente me da la negativa constantemente, parezco un manija más.
Es que soy un manija más. No sé cómo llegue a serlo.
Me cruzo a un vagabundo que estaba fumando. Le pido fuego. Me comparte el fuego de su pucho.
- Todos vamos a primera división- Me dijo sonriendo. No pude hacer otra cosa que sonreir. A veces me siento un imbécil por mi espontaneidad tan ingenua.
-Seas quien seas vas a ir a primera división-
-No te entiendo- repliqué con impotencia.
-Vamos a primera división, en Chacarita- Noté su falta de dientes. Se tambaleaba apaciblemente abrazando un vino en cartón.
Termino de prender el pucho, me quedo quieto esperando mas de ese soliloquio misterioso, sonriendo como un pelotudo.
Me agarra el buzo, lo empieza a tironear.
-Tengas la ropa que tengas, no importa si tenés toda la plata, vas a jugar en primera división- Ahí casé la metáfora.
-Ya te entendí. Es que somos todos iguales, no tenemos nada-
-En el cajón todos estamos en primera división-
-Olvidate, es así- Cómo me enferma no poder ser sincero y compenetrarme en los demaś. Soy ingenuo pero mentiroso, y a veces no me doy cuenta.
El ciruja deja de sonreir y me abraza. -La gente es interesada- Me dijo al oído.
Me separo de él. -La gente es una mierda- repliqué con toda la honestidad que sentía, tratando de mitigar el espíritu de ese monólogo y transformarlo en una conversación. Pero nunca escojo bien las palabras. Muchas veces me condenan.
Me mira mientras ejecuta un cambio de mueca: entre la neutralidad del abrazo hacia la sospecha, la indagación hostil.
-Yo soy dios. Son todos iguales para mí-
Vuelvo a sonreír. Mis silencios me condenan mucho mas que mis palabras.
-¿Me das un pucho?-
-No tengo mas, me quedó este- Mentí, no se porqué nuevamente, porque tenia un montón.
Se lo dí.
-Estoy apurado che, me tengo que ir. Muchas gracias por el fuego-
Me hace una seña con el cigarrilo, como para que lo prenda. Me alejo mientras le digo que no tengo.
No me mira, rota lentamente hacia la calle para alejarse de mí.
Me armo otro cigarrilo y a la cuadra me prestan fuego, una piba que no me miró a los ojos.
Estoy en la casa de mis amigos, les estoy contando todo lo que me pasó.
-Loco a los cirujas no les tenes que pedir nada, todo lo contrario, vos los tenés que ayudar. Te pegó un paseo por atrevido y gil- Resolvió mi amigo.
Si, pienso lo mismo.
Dios es indulgente. Trágicamente indulgente.
Dolorosamente indulgente.
Voy camino a juntarme con unos amigos. Me saco el pucho que colguè en mi oreja en el colectivo para prenderlo. En eso encuentro que no tengo encendedor. Ningún transeúnte a esa hora tenía fuego.
Estoy decidido a fumarme ese pucho antes de llegar, no sé por qué, pero ahora logro el énfasis en el caminar con un cigarrillo.
Antes no me pasaba.
La gente me da la negativa constantemente, parezco un manija más.
Es que soy un manija más. No sé cómo llegue a serlo.
Me cruzo a un vagabundo que estaba fumando. Le pido fuego. Me comparte el fuego de su pucho.
- Todos vamos a primera división- Me dijo sonriendo. No pude hacer otra cosa que sonreir. A veces me siento un imbécil por mi espontaneidad tan ingenua.
-Seas quien seas vas a ir a primera división-
-No te entiendo- repliqué con impotencia.
-Vamos a primera división, en Chacarita- Noté su falta de dientes. Se tambaleaba apaciblemente abrazando un vino en cartón.
Termino de prender el pucho, me quedo quieto esperando mas de ese soliloquio misterioso, sonriendo como un pelotudo.
Me agarra el buzo, lo empieza a tironear.
-Tengas la ropa que tengas, no importa si tenés toda la plata, vas a jugar en primera división- Ahí casé la metáfora.
-Ya te entendí. Es que somos todos iguales, no tenemos nada-
-En el cajón todos estamos en primera división-
-Olvidate, es así- Cómo me enferma no poder ser sincero y compenetrarme en los demaś. Soy ingenuo pero mentiroso, y a veces no me doy cuenta.
El ciruja deja de sonreir y me abraza. -La gente es interesada- Me dijo al oído.
Me separo de él. -La gente es una mierda- repliqué con toda la honestidad que sentía, tratando de mitigar el espíritu de ese monólogo y transformarlo en una conversación. Pero nunca escojo bien las palabras. Muchas veces me condenan.
Me mira mientras ejecuta un cambio de mueca: entre la neutralidad del abrazo hacia la sospecha, la indagación hostil.
-Yo soy dios. Son todos iguales para mí-
Vuelvo a sonreír. Mis silencios me condenan mucho mas que mis palabras.
-¿Me das un pucho?-
-No tengo mas, me quedó este- Mentí, no se porqué nuevamente, porque tenia un montón.
Se lo dí.
-Estoy apurado che, me tengo que ir. Muchas gracias por el fuego-
Me hace una seña con el cigarrilo, como para que lo prenda. Me alejo mientras le digo que no tengo.
No me mira, rota lentamente hacia la calle para alejarse de mí.
Me armo otro cigarrilo y a la cuadra me prestan fuego, una piba que no me miró a los ojos.
Estoy en la casa de mis amigos, les estoy contando todo lo que me pasó.
-Loco a los cirujas no les tenes que pedir nada, todo lo contrario, vos los tenés que ayudar. Te pegó un paseo por atrevido y gil- Resolvió mi amigo.
Si, pienso lo mismo.
Dios es indulgente. Trágicamente indulgente.
Dolorosamente indulgente.
Comentarios
Publicar un comentario