En el propio seno.

¿Cuánta persecución se admiten,
las olas en el mar?
Mojo lloviznas, donde nadie mira.

Ojos de nube, en una botella;
me pierden hasta no regresar.
Crispado entre luces naranjas
morí mil veces, esperando nacer.

No se hunde una hoja,
sin antes reposar sobre el espejo,
barro cristalino que no advierte cuando cae,
mientras arden en profundo azul.

Cuántas veces subestime a los cumpleaños
intentando evadir el goteo.
Silenciosas y tristes voces
hacen gárgaras conmigo,
porque me morí mil veces, esperando nacer.

Las tormentas levantan boletos
hacia las antiguas plazas;
en la correntada
nada me salva
de quemarme en el ocaso.

Quiero abandonar mi yo suspendido,
en aquel espejo.

Siento mucho morir,
por todos y por nadie,
en mi propio seno,
recordado y anunciado,
por la clepsidra de mis padres.
 

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