El aire que había entre mis dedos.
-Pasá pibe.-
Justo después de ese momento, comenzó mi noche. Pasar es todo un desafío, y en recompensa de victorioso aire por haberlo hecho ebrio. Ya dentro del boliche, una incontenible oleada de sensaciones se apoderó de mí, enmascarando al alcohol con la jocosa sensación de : "este es mi tema".
El apoyo que proporcionaban los concurridos corredores del boliche me sostuvieron en las vueltas que sin sentido le dí a la oscura edificación, notando la cantidad de mujeres que poblaban los pasillos, las barras y las pistas de baile; Las luces, la música y ellas (y su viceversa) , la razón de todo este masivo ritual, poblaron incandescentes mi razón provocando el olvido de mi contigua vida, paralela a mi yo nocturno, sepultada en vodka y obscenas rondas de tequilas. Eso era mi noche.
Me detenía, de vez en cuando, cuando sus furtivas miradas se enlazaban en mi, pero claramente nunca existirá el convenio con esa gente, intranquila, pobladora, común y corriente, o por lo menos eso deben de pensar de mí y yo de ellas. La aventura de las miradas y ese misterio adolescente me encantaba, siempre me gustó, verlas, que me vean, a los ojos desafiantes esperando hasta que algún par se canse y se desvíe, o que la corriente de simios dopados de por terminado el anclaje de ojos; En ese momento me exigían un dinamismo que mi poco equilibrio no podía soportar.
La música y la falsa alegría vibraban en todos los cuerpos, hasta en los resignados solitarios inmóviles se notaban sus ansias de moverse sin escrúpulos y revolear las extremidades para todos lados, amigos, abrazos no tan amigos y mas abrazos conocidos y el momento de bailar en grupo, las luces asedian la vista y distorsionan la ronda, que bien la paso con ellos, pero el tiempo pasa rápido y la ronda se vicia de lo mismo de siempre y mejor recorrer el boliche a ver que pasa, esquivar gente (imposible) abrirse paso, creo que debo ser el único que pide perdón y dice permiso, pero no viene al caso, porque es que la ví y me encantó como se escondía en la gente, en un silencio bastante camuflado; Me acercaba con sensaciones de aventura, rumbo a ella.Tocaban rock nacional, improvisando traté de modular la letra de la canción, mostrando, por suerte, un "me gustás mucho" bastante coordinado, su sonrisa, me acerco y se acerca, su mejilla y una porción de su boca (ya puedo sentir su pelo) me aislé en el pliegue de sus labios, en un duelo que claramente iba a perder, porque entre las luces y los sonidos, el entorno bruscamente ignorado, me encontré a solas con ella, que con la humedad de sus labios y la sensación de intimidad venció diez y ocho años de inseguridad, y con un breve abrazo desencadenó mi ceguera. Fue ella. Ese momento fue ella, Mi aventura . Mi noche. Fui carente del impulso para mirarla, el sondeo de mis manos en su espalda satisfizo mi curiosidad, que se volvía aún mas ambiciosa, ella no propinaba ningún impedimento, es más, ella continuó por mi cuello apretándome hacia su vientre, como si quisiera constatar que soy real; Mis labios, al parecer, no saciaron sus ansias de mí, o de cualquiera, sinó que en su lugar, el misterio de mi cuerpo la exaltaba. Es difícil de explicar, más aún recordar una sensación tan puntual estando ebrio pero en el vacío que me encontraba, entre la carne y la soledad, el disturbio y su cuerpo, no veía salida. A besos inertes, me daba tiempo para decidir entre continuar el beso eterno y corto o descontinuar el esquema protoerótico que protagonizaba y poder lidiar conmigo mismo entre tanto alboroto.
Me mostré distante. Cortaba el beso con disimulo. ella me apretaba contra sí misma. Marcaba aún más la distancia, ella cedió y con una sonrisa burda y transpirada dijo:
"-Este es mi número, me llamo Ayelén-"
Mi silencio delató mi poca capacidad de respuesta. Ella, supongo, lo tomó como un condicional muy distante, verás, quizás. Puso el papelito en mi bolsillo y se retiro mascullando:
"-Jaja, me voy con mis amigas, no las quiero dejar colgadas-"
Me besó por última vez y se perdió en el tumulto de luces y personas.
Comencé a experimentar la sensación de que a cada paso, a cada minuto a la deriva, guiado por una turbulenta muchedumbre, me convertía en uno de los muchos, carentes de sentido, caminantes del boliche. Paulatinamente, dejé de crear pensamientos y anule completamente mi cabeza.
Era un simio, como todos ellos. Como todos nosotros. confundido, sin motivo, solitario, recorriendo el camino tácitamente estipulado, cargando el cadáver de ella, de mi aventura, sintiendo como nunca antes el aire vacío entre mis dedos.
Justo después de ese momento, comenzó mi noche. Pasar es todo un desafío, y en recompensa de victorioso aire por haberlo hecho ebrio. Ya dentro del boliche, una incontenible oleada de sensaciones se apoderó de mí, enmascarando al alcohol con la jocosa sensación de : "este es mi tema".
El apoyo que proporcionaban los concurridos corredores del boliche me sostuvieron en las vueltas que sin sentido le dí a la oscura edificación, notando la cantidad de mujeres que poblaban los pasillos, las barras y las pistas de baile; Las luces, la música y ellas (y su viceversa) , la razón de todo este masivo ritual, poblaron incandescentes mi razón provocando el olvido de mi contigua vida, paralela a mi yo nocturno, sepultada en vodka y obscenas rondas de tequilas. Eso era mi noche.
Me detenía, de vez en cuando, cuando sus furtivas miradas se enlazaban en mi, pero claramente nunca existirá el convenio con esa gente, intranquila, pobladora, común y corriente, o por lo menos eso deben de pensar de mí y yo de ellas. La aventura de las miradas y ese misterio adolescente me encantaba, siempre me gustó, verlas, que me vean, a los ojos desafiantes esperando hasta que algún par se canse y se desvíe, o que la corriente de simios dopados de por terminado el anclaje de ojos; En ese momento me exigían un dinamismo que mi poco equilibrio no podía soportar.
La música y la falsa alegría vibraban en todos los cuerpos, hasta en los resignados solitarios inmóviles se notaban sus ansias de moverse sin escrúpulos y revolear las extremidades para todos lados, amigos, abrazos no tan amigos y mas abrazos conocidos y el momento de bailar en grupo, las luces asedian la vista y distorsionan la ronda, que bien la paso con ellos, pero el tiempo pasa rápido y la ronda se vicia de lo mismo de siempre y mejor recorrer el boliche a ver que pasa, esquivar gente (imposible) abrirse paso, creo que debo ser el único que pide perdón y dice permiso, pero no viene al caso, porque es que la ví y me encantó como se escondía en la gente, en un silencio bastante camuflado; Me acercaba con sensaciones de aventura, rumbo a ella.Tocaban rock nacional, improvisando traté de modular la letra de la canción, mostrando, por suerte, un "me gustás mucho" bastante coordinado, su sonrisa, me acerco y se acerca, su mejilla y una porción de su boca (ya puedo sentir su pelo) me aislé en el pliegue de sus labios, en un duelo que claramente iba a perder, porque entre las luces y los sonidos, el entorno bruscamente ignorado, me encontré a solas con ella, que con la humedad de sus labios y la sensación de intimidad venció diez y ocho años de inseguridad, y con un breve abrazo desencadenó mi ceguera. Fue ella. Ese momento fue ella, Mi aventura . Mi noche. Fui carente del impulso para mirarla, el sondeo de mis manos en su espalda satisfizo mi curiosidad, que se volvía aún mas ambiciosa, ella no propinaba ningún impedimento, es más, ella continuó por mi cuello apretándome hacia su vientre, como si quisiera constatar que soy real; Mis labios, al parecer, no saciaron sus ansias de mí, o de cualquiera, sinó que en su lugar, el misterio de mi cuerpo la exaltaba. Es difícil de explicar, más aún recordar una sensación tan puntual estando ebrio pero en el vacío que me encontraba, entre la carne y la soledad, el disturbio y su cuerpo, no veía salida. A besos inertes, me daba tiempo para decidir entre continuar el beso eterno y corto o descontinuar el esquema protoerótico que protagonizaba y poder lidiar conmigo mismo entre tanto alboroto.
Me mostré distante. Cortaba el beso con disimulo. ella me apretaba contra sí misma. Marcaba aún más la distancia, ella cedió y con una sonrisa burda y transpirada dijo:
"-Este es mi número, me llamo Ayelén-"
Mi silencio delató mi poca capacidad de respuesta. Ella, supongo, lo tomó como un condicional muy distante, verás, quizás. Puso el papelito en mi bolsillo y se retiro mascullando:
"-Jaja, me voy con mis amigas, no las quiero dejar colgadas-"
Me besó por última vez y se perdió en el tumulto de luces y personas.
Comencé a experimentar la sensación de que a cada paso, a cada minuto a la deriva, guiado por una turbulenta muchedumbre, me convertía en uno de los muchos, carentes de sentido, caminantes del boliche. Paulatinamente, dejé de crear pensamientos y anule completamente mi cabeza.
Era un simio, como todos ellos. Como todos nosotros. confundido, sin motivo, solitario, recorriendo el camino tácitamente estipulado, cargando el cadáver de ella, de mi aventura, sintiendo como nunca antes el aire vacío entre mis dedos.
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