No se bien qué es lo que te encierra.
No sé qué te ocurre cuando cerrás los ojos
me obligás a destruirte, mientras mordés tu remera;
cierro los ojos por vos.
Ah, porqué esa pose,
que cerca que estás de reconciliarte con la muerte.
Tus gestos, opacos, son de inmensa ternura,
de abrigo para una risa;
disfruto mucho
el silencio de estómagos cansados
que probocás.
Qué feliz que la droga te evoque
porque sos el único
de los estruendos tan sinceros, pero las señas,
tan opacas
tan oscuras; rechazan todos esos ojos
que algún día disfrutarían de mirarte...
Qué cruel que es el azar de lo diminuto.
Todo se oscurece con la fuerza que cierro los ojos, porque la risa no sabe ya por donde brotar; escuchándote se me pasa la vida tan felizmente; que no se detenga ese dolor que me causás. Te veo morir en cada intervalo que tu cuerpo te reclama, y todo ese mar de luz que contengo en cada carcajada, se incita en turbidez sobre mis ojos. Ah, porqué, porqué, porqué a vos, porqué, si ese dolor acabase, si nunca terminara mi duelo, podría abrazarte sinceramente y gritarte para que escuches la condena de la fortuna, para que sientas en carne la pena tan rotunda que siento al tener todas las posibilidades y no aprovecharlas.
Cómo te meces en la profunda nostalgia; que nunca cambies, que nunca termine mi dolor, que nunca acabe esta risa carmesí que le dá sabor a mi vida, pasa otra, dale, y deja de hablar por favor que ya no doy mas de la risa, todavía no podés pronunciar las palabras, qué gracia, qué gracia que alguien tan inteligente tenga ese jerga, esas onomatopeyas y basta loco, te voy a tener que pegar para que te calles y dejes de provocarme esa risa que retuerce mi cuerpo, golpes, suspiros y de a poco me doy cuenta que soy adicto a la sal de tu amistad.
me obligás a destruirte, mientras mordés tu remera;
cierro los ojos por vos.
Ah, porqué esa pose,
que cerca que estás de reconciliarte con la muerte.
Tus gestos, opacos, son de inmensa ternura,
de abrigo para una risa;
disfruto mucho
el silencio de estómagos cansados
que probocás.
Qué feliz que la droga te evoque
porque sos el único
de los estruendos tan sinceros, pero las señas,
tan opacas
tan oscuras; rechazan todos esos ojos
que algún día disfrutarían de mirarte...
Qué cruel que es el azar de lo diminuto.
Todo se oscurece con la fuerza que cierro los ojos, porque la risa no sabe ya por donde brotar; escuchándote se me pasa la vida tan felizmente; que no se detenga ese dolor que me causás. Te veo morir en cada intervalo que tu cuerpo te reclama, y todo ese mar de luz que contengo en cada carcajada, se incita en turbidez sobre mis ojos. Ah, porqué, porqué, porqué a vos, porqué, si ese dolor acabase, si nunca terminara mi duelo, podría abrazarte sinceramente y gritarte para que escuches la condena de la fortuna, para que sientas en carne la pena tan rotunda que siento al tener todas las posibilidades y no aprovecharlas.
Cómo te meces en la profunda nostalgia; que nunca cambies, que nunca termine mi dolor, que nunca acabe esta risa carmesí que le dá sabor a mi vida, pasa otra, dale, y deja de hablar por favor que ya no doy mas de la risa, todavía no podés pronunciar las palabras, qué gracia, qué gracia que alguien tan inteligente tenga ese jerga, esas onomatopeyas y basta loco, te voy a tener que pegar para que te calles y dejes de provocarme esa risa que retuerce mi cuerpo, golpes, suspiros y de a poco me doy cuenta que soy adicto a la sal de tu amistad.
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