Ya son dos, un vino y no sé cuánto sueño más.
Porqué los humanos hacemos esto de sentarse en el suelo, apoyados contra las paredes, si en cada provincia del país hay una fábrica de sillas (capaz haya mas de una), las sillas, esos objetos inútiles salvo para sentarse; pero estamos en el suelo. Desde luego que estamos haciendo nada, la nada pura y obscena tan adictiva, aprisionados por Pink Floyd en un vestigio de la niñez para con nuestro cuerpo, masturbando esa oscuridad insondeada. El delirio es excitante, alevoso y dictador, me aleja de las nubes negras, húmedas y caprichosas, esas de la boca de ella, de los ojos de aquel y a qué le huímos, a qué, por dios cuanto miedo, si la pasta de la cena ya no existe más, su cadáver alumbra la mesa cual asalto de cenizas, el pan terminado, su cuna de plástico llena de sus trozos y el vino agonizante, junto con los poemas hechados en la sobremesa (la batalla campal), violados de esos marcos y contratapas que guardaron esas letras que anhelaban fecundar las memorias.
Pero al cabo de una hora desistieron de nosotros; era danzante la inocencia, nuestro suave éxtasis de humo y música.
Pero al cabo de una hora desistieron de nosotros; era danzante la inocencia, nuestro suave éxtasis de humo y música.
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